- Investigadores colombianos describieron una nueva especie del género Echinosaura, gracias a evidencia morfológica y genética que reveló una línea evolutiva distinta.
- La nueva especie, bautizada como Echinosaura embera, habita en el Pacífico norte de Colombia y la región del Darién, entre Colombia y Panamá.
- Además, se actualizó la evaluación del riesgo de extinción para las nueve especies del género al que pertenece E. embera, según criterios de la UICN.
- Se categorizaron tres especies que no estaban evaluadas, se retiraron dos de categorías de amenaza y una que antes era de Preocupación Menor fue incluida como amenazada.
Cuando el biólogo Daniel Vásquez-Restrepo buscó por primera vez al género Echinosaura en internet, sintió que había descubierto criaturas salidas de un mito fantástico. Las espinas que cubren el cuerpo de estos pequeños lagartos les dan una apariencia ruda —dice el herpetólogo colombiano— como si se tratara del mismísimo Smaug de la novela El Hobbit, pero en miniatura: un dragón agazapado, no sobre montañas de oro, sino sobre la hojarasca húmeda de la selva.
En 2025, el investigador logró describir una nueva especie dentro de ese género. De los frascos de una veintena de colecciones biológicas resguardadas en museos, surgió el Echinosaura embera, un lagarto espinoso que aún habita las selvas húmedas del norte del Pacífico colombiano y el Darién, entre Colombia y Panamá.
“Las especies nuevas siempre llaman la atención y creo que en el imaginario colectivo de las personas se suele pensar que descubrir y describir una especie nueva es como el Viaje al centro de la Tierra o algo en plan Julio Verne, donde uno tiene que ir a un lugar remoto e inexplorado para encontrarlas”, dice el herpetólogo. Eso era muy real entre el siglo XVII y hasta la primera mitad del siglo XX, agrega, aunque seguramente el Chocó todavía guarda muchas sorpresas.

“Pero hoy en día la mayoría de especies se encuentran en los museos, en los frascos”, sostiene Vásquez. “Así fue en parte como se describió esta especie y muchas otras que también se han hecho desde el Laboratorio del Grupo Herpetológico de Antioquia (GHA)”.
En la familia a la que pertenece este lagarto —Gymnophthalmidae, que cuenta unas 290 especies reconocidas a la fecha— muy pocas comparten esa morfología tan singular, una armadura de escamas puntiagudas que podrían tener una función oculta y fascinante, pero que aún está por probarse: hacerlos más hidrodinámicos, adaptados para moverse con agilidad en el agua, como verdaderos dragones anfibios.
El lagarto del río
Los lagartos gimnoftálmidos, que son de tamaño pequeño a mediano, habitan en una gran variedad de ecosistemas, desde zonas abiertas húmedas y secas hasta bosques y selvas tropicales, en rangos altitudinales que alcanzan hasta los 4000 metros de elevación, detalla el estudio publicado en enero de 2025.
El género Echinosaura, parte de esa familia, se distribuye en la región tropical de Sudamérica, desde Panamá hasta Ecuador. Hasta hace poco, el género incluía ocho especies reconocidas, número que aumentó con la descripción de Echinosaura embera. Aunque no se consideran especies raras, los Echinosaura son lagartos de hábitos discretos y habitan específicamente en pequeños arroyos con cobertura vegetal, presencia de rocas o con hojarasca. Esta especificidad podría volverlos más susceptibles a las alteraciones en la cobertura del suelo y del bosque, señalan los científicos del equipo.
En el caso específico de Echinosaura embera, su distribución recorre el pacífico de Colombia y Panamá, a lo largo de la cuenca del río Atrato, principalmente en el departamento del Chocó y parte del occidente de Antioquia, en Colombia, así como en la región del Darién en ambos países.

«Si tomas un mapa del Pacífico colombiano, a grandes rasgos vas a verlo como una región uniforme: casi todo es plano y cubierto de selva. Pero no siempre fue así. De hecho, la historia de formación de la cuenca del Atrato, al norte, y la de la cuenca del San Juan, al sur, son distintas”, comenta Vásquez.
Hace 18 millones de años, esa zona no era plana ni estaba cubierta de selva, dice el investigador. “Así como las especies evolucionan, lo hacen en estrecha relación con los lugares donde habitan. Entonces, hablar de la evolución de estas especies también es, en parte, contar la historia de la Tierra porque están profundamente ligadas a su geografía», explica.

Por ello, el nombre que los científicos eligieron para bautizar a la nueva especie tiene que ver precisamente con esa región. Con él, buscaban reflejar la distribución de la nueva especie, la cual coincide en gran medida con parte del territorio históricamente ocupado por el pueblo indígena Emberá.
“¿Qué podemos encontrar que sea común entre Colombia y Panamá?”, se preguntó Vásquez al momento de nombrar al lagarto. “Alguien me dijo las comunidades indígenas Emberá y me pareció que tenía mucho sentido. Así me topé con que a los habitantes de la cuenca del Atrato se les conoce como Emberá-Dobidá, que en su lengua significa ‘la gente o el pueblo del río’. Es una licencia poética bastante bonita porque estos lagartos son semiacuáticos. Entonces, tenemos algo que reivindica el territorio y, al mismo tiempo, juega con la poesía de la lagartija del río, que vive en el territorio de la gente del río”, describe el investigador.

Los estudios
La descripción de Echinosaura embera es la continuación de una investigación universitaria. En 2017, Daniel Vásquez inició su tesis de pregrado bajo la dirección del biólogo Juan Manuel Daza, profesor del Instituto de Biología de la Universidad de Antioquia. Fue él quien le sugirió trabajar con el género Echinosaura, debido a la abundancia de material disponible en la colección del museo y al amplio potencial aún sin explorar dentro de este grupo de lagartos. Desde entonces surgieron indicios de que ahí había algo por descubrir.
“Con los datos que Juan [Daza] ya tenía secuenciados, teníamos evidencia relativamente fuerte de que había algo que no estaba descrito. La evidencia llegó temprano, en 2018, pero todo el proceso para escribir el artículo se demoró siete años”, explica Vásquez.

Hoy, años después, Vásquez —ahora estudiante de doctorado en biología evolutiva en la Universidad de Princeton, en Estados Unidos—, en colaboración con Daza, retoma aquel hallazgo inicial y confirma lo que en su momento fue solo una sospecha: habían estado frente a una especie nueva para la ciencia.
“Inicialmente, esta especie tenía otro nombre con el que nos referíamos a ella, porque no estaba formalmente publicada”, dice Vásquez. “Esta especie es una partición porque lo que había antes en el Pacífico era una sola especie que se llama Echinosaura palmeri. Y en ese momento la habíamos denominado como Echinosaura pseudo palmeri, la ‘falsa’ palmeri, la que está ‘ahí metida’ y que no debería ser parte de ese grupo. Así la conocimos durante muchos años, hasta que el año pasado retomamos la escritura del artículo y tuvimos que elegir un nombre”.

Los muestreos taxonómicos del género Echinosaura —es decir, los procesos de recolección, documentación y análisis de organismos con el fin de identificar y clasificar especies— fueron sistematizados a partir de una recopilación exhaustiva de registros provenientes tanto de la literatura científica como de bases de datos de museos. Este conjunto de datos reúne 403 registros georreferenciados correspondientes a las nueve especies del género, todos ellos respaldados por ejemplares depositados en 22 colecciones biológicas ubicadas en Austria, Colombia, Ecuador, Panamá, Reino Unido, Estados Unidos y Suiza.
“Sobre Echinosaura embera, a nivel genético es un poco más complejo de explicar porque son un montón de cosas en la secuencia, pero digamos que la distancia genética con otras especies es suficientemente amplia. Además de la genética, se diferencian en al menos dos cosas principales: la morfología y la geografía”, agrega Vázquez.

Echinosaura embera se distingue de otras especies del mismo género por una combinación única de características físicas. Tiene el hocico puntiagudo, escamas espinosas a los lados del cuerpo dispuestas en líneas oblicuas y una cola con crestas en forma de “V” que se repiten a lo largo de sus segmentos. En su coloración natural, el dorso es marrón o marrón oscuro, a veces con marcas amarillentas o manchas cerca de la base de la cola. La parte inferior del cuerpo, incluyendo cabeza y extremidades, es más clara, con manchas oscuras o crema.
Una de las diferencias más importantes, y poco visibles a simple vista, está en sus órganos reproductivos: los machos de E. embera carecen de las espinas grandes en forma de gancho que sí están presentes en los hemipenes de especies cercanas. Este rasgo resulta clave para diferenciarla a nivel anatómico y confirmar que se trata de una especie distinta.
“Este es de los pocos artículos que realmente muestra demasiados individuos secuenciados para describir una sola especie, a diferencia de lo que estamos acostumbrados en descripción de especies de herpetofauna en el neotrópico, que se hace con uno, dos o tres individuos y pare de contar”, afirma Juan Manuel Daza.

Las amenazas
A partir de los estudios realizados sobre el género Echinosaura, hubo un logro adicional: el equipo científico reevaluó y propuso una nueva categorización del riesgo de extinción, conforme a los criterios de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN), para las nueve especies que lo conforman. En este proceso, se evaluaron por primera vez tres especies que no contaban con categoría asignada, se retiraron dos especies de categorías de amenaza, y se reclasificó una especie previamente considerada como de Preocupación Menor, incluyéndola en una categoría de amenaza.
Aunque casi todas las especies del género Echinosaura han sido evaluadas por la UICN para determinar su riesgo de extinción —con excepción de E. centralis y E. fischerorum—, la mayoría de estas valoraciones son antiguas, con más de diez años de existencia, y por tanto se consideran desactualizadas.

“El valor agregado del trabajo fue recategorizar a las especies porque a veces podemos ser un poco catastrofistas en cuanto a las categorías de amenaza. Algunas de ellas, desafortunadamente, pueden ser producto de ausencia de datos”, explica Vásquez.
Aun así, el investigador advierte que no se puede ignorar el contexto. El Chocó es una de las regiones de Colombia con mayores tasas de minería y tala ilegales. Por esa razón, la metodología utilizada para recategorizar las especies consideró datos de deforestación desde el año 2000. Esto permitió identificar dónde están concentradas las amenazas y cuánto bosque se ha perdido en las zonas donde habita cada especie.
Entre las propuestas de recategorización, se propuso que Echinosaura embera se clasifique como de Preocupación Menor.

“No hay estrategias específicas para conservar Echinosaura y, desafortunadamente, aunque sea un lagarto muy llamativo no es tan vistoso como, por ejemplo, decir que vamos a conservar el jaguar”, dice Vásquez.
Por ello, las estrategias de conservación para este grupo deben ser idealmente indirectas, sostiene. Por ejemplo, utilizar especies sombrilla carismáticas, como las aves y los grandes mamíferos que habiten en la misma zona, “porque si los protegemos a ellos, protegemos los Echinosaura”, afirma el investigador.
“Nadie nos va a dar un millón de dólares para hacer una estrategia de conservación para unas lagartijas que nadie conoce y que son difíciles de ver”, concluye. “Pero si conseguimos recursos para hacer conservación en otros grupos y que estos se puedan beneficiar, sería la estrategia mucho más rentable en el corto plazo. El panorama no es peor que el que ya tienen el resto de especies en general —como aves y anfibios—, y tampoco se van a extinguir súper rápido. Hasta cierto punto, los Echinosaura pueden ser resilientes y tolerantes”.
*Imagen principal: un paratipo de Echinosaura embera, ejemplar testigo que da fe de la descripción de una especie. Este fue recolectado en El Carmen de Atrato, Colombia, en 2024, y se encuentra en la Colección Biológica de la Universidad CES, Medellín. Foto: cortesía Daniel Vásquez-Restrepo