- El Fondo para la Naturaleza Whitley premió a seis personas del Sur Global con el Premio Whitley 2025, tres de ellas son de Latinoamérica.
- Andrés Link promueve la reconexión de bosques en el Valle Medio del río Magdalena, Colombia, para garantizar la existencia del mono araña café.
- Yara Barros trabaja con los ganaderos del área circundante al Parque Nacional Iguazú, en Brasil, para evitar la cacería del jaguar por retaliación.
- Federico Kacoliris lidera propuestas para evitar que la introducción de truchas y la ganadería causen la desaparición de especies de la Patagonia argentina.
La fascinación de tres científicos latinoamericanos por especies únicas y carismáticas los llevó a emprender proyectos de conservación exitosos y esperanzadores. El colombiano Andrés Link, la brasileña Yara Barros y el argentino Federico Kacoliris ganaron el Premio Whitley 2025, considerado el Óscar verde.
El Fondo para la Naturaleza Whitley entrega recursos a líderes de la conservación en el Sur Global. Este año también fueron premiados Rahayu Oktaviani, de Indonesia; Reshu Bashyal, de Nepal; y Farina Othman, de Malasia. Los ganadores reciben 50 000 libras esterlinas, alrededor de 66 300 dólares, para financiamiento de proyectos a lo largo de un año.
Los proyectos de los ganadores latinoamericanos buscan conservar el mono araña café (Ateles hybridus), el jaguar (Panthera onca), la rana de arroyo El Rincón (Pleurodema somuncurense) y la mojarra desnuda (Gymnocharacinus bergii). Las cuatro especies enfrentan una amenaza en común: la expansión de la frontera ganadera. La agricultura, la cacería por retaliación -represalia- y la invasión de especies exóticas también ponen en riesgo a sus hábitats naturales.
En Colombia, Brasil y Argentina, los expertos usan la ciencia para determinar las mejores soluciones, pero también trabajan junto a las comunidades locales. Crean acuerdos de restauración o conservación, promueven la participación de estudiantes y proponen alternativas económicas sostenibles.
Mongabay Latam habló con los tres ganadores latinoamericanos del Premio Whitley, quienes a través del encanto por la agilidad de los monos araña café, de los ojos dorados de los jaguares y la singularidad de la rana de arroyo El Rincón movilizaron a innumerables actores para proteger ecosistemas biodiversos.
Andrés Link promueve la reconexión de los monos araña café

En Colombia, el hábitat del mono araña café se ha reducido a menos del 15 %, debido a la expansión de la ganadería y la agricultura. “Y lo que queda está muy fragmentado”, de acuerdo con Andrés Link, biólogo y profesor de la Universidad de Los Andes.
En 2005, Link y la investigadora Daniela de Luna crearon la fundación Proyecto Primates, que busca la conservación del choibo, como también es conocido este primate, en el Valle Medio del río Magdalena. Esta área es parte del hotspot de biodiversidad global Tumbes-Chocó-Magdalena, que alberga a muchas otras especies amenazadas como el jaguar, el puma (Puma concolor), el tapir de tierras bajas (Tapirus terrestris) o el paujil colombiano (Crax alberti).
Los especialistas identificaron que en un grupo hay tres individuos albinos, lo que les llevó a plantear la hipótesis de que es una afectación que resulta de la endogamia o de la reproducción entre parientes cercanos por la desconexión del hábitat. Aunque todavía no lo han comprobado, la especie está entre los 25 primates más amenazados del mundo, pues depende de grandes bosques primarios para encontrar comida y pareja.

En 2015 nació el proyecto Tejiendo Bosques, que consiste en hacer acuerdos con los ganaderos para sembrar especies nativas en corredores que unen los parches de bosques. “Algunas fincas han sido muy receptivas”, asegura. Otras no tanto, pero Link confía en que más personas se junten al ver los beneficios que la conservación ofrece también para los seres humanos.
La reforestación se inicia con la recolección de semillas de árboles nativos en los bosques. Más tarde, las plántulas que nacen en viveros son sembradas con el apoyo de la comunidad. La siembra también se realiza alrededor de las fuentes hídricas, para protegerlas de impactos como la contaminación o erosión y a futuro evitar la deficiencia hídrica.

Fundación Proyecto Primates colabora con las comunidades locales para crear conciencia sobre la necesidad de proteger a los monos araña café y sus hábitats al tiempo que se proponen alternativas de ingresos sostenibles para reducir las presiones en la naturaleza. Link relata que contribuyeron a formar a un grupo de mujeres en pastelería y artesanías para que desarrollen emprendimientos. Además han fortalecido viveros y promueven el reciclaje de plásticos.
Para Link, los logros más importantes de la fundación son haber puesto al mono araña café en el discurso de la conservación y haber recibido a más de 200 estudiantes universitarios principalmente de Latinoamérica para que desarrollen sus tesis, pasantías y trabajos de grado. Contribuir a la formación de los jóvenes “ha tenido una repercusión importante”, asegura y cuenta que estudiantes que pasaron por la organización se inspiraron en la experiencia para crear el Proyecto Washu, de conservación de primates en Ecuador.

Link señala que uno de los principales retos de la región es que los cultivos de palma de aceite se están expandiendo, por lo que continúa la tala de los bosques. Si bien la deforestación en estas zonas está prohibida, sigue ocurriendo porque “el gobierno no tiene capacidad de controlar”, de acuerdo con el biólogo. “Se necesita frenar con la tala de bosques”, alerta.
El especialista espera que el premio Whitley dé más visibilidad a las acciones de conservación y desarrollo sostenible para que sean replicadas y sea posible asegurar poblaciones saludables de estos primates. “A Gabriela y a mí nos llena de orgullo el premio y le da sentido a estos 20 años de esfuerzos que hoy en día vemos que valió la pena hacerlos”, reflexiona Link.
Yara Barros trabaja con los ganaderos para proteger a los jaguares

Entre 1990 y 2009, la población de jaguares en el Parque Nacional Iguazú y sus alrededores, en Brasil, disminuyó hasta en un 90 %. La especie estaba “casi extinta localmente”, dice Yara Barros, doctora en zoología y directora ejecutiva del proyecto The Jaguars of Iguaçu Project, del Instituto Pró Carnivores. La creciente fragmentación del bosque y la cacería eran las principales amenazas para el gran felino americano.
“Hoy, gracias a los esfuerzos de conservación, estimamos que hay unos 25 jaguares en el lado brasileño del parque y 94 en todo el Corredor Verde Brasil – Argentina”, asegura. El trabajo se ha enfocado en fortalecer la coexistencia entre personas y jaguares. Al proteger a estos felinos también se conserva la gran biodiversidad del parque, que alberga especies como pumas, caimanes de hocico ancho (Caiman latirostris) y pinos de Paraná (Araucaria angustifolia).

En los últimos diez años, la población de jaguares en la región ha aumentado gracias a la aplicación de diferentes actividades de conservación. Antes era común que estos depredadores ataquen a los animales de granja y, como medida de retaliación, los ganaderos los cazaban. Para evitar pérdidas y una relación negativa con la especie, el equipo que lidera Barros trabaja “codo a codo” con los ganaderos.
La también bióloga cuenta que les enseñan prácticas “sencillas y eficaces” que incluyen llevar a los animales al corral por la noche, separar las vacas preñadas y las recién nacidas del resto del rebaño, evitar que las vacas se acerquen al bosque, retirar los cadáveres inmediatamente y colocar cercas eléctricas. “Estas medidas ayudan a reducir las posibilidades de un ataque y se adaptan a la realidad de cada propiedad”, asegura.
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La intervención tras alertas de ataque es una de las actividades clave del The Jaguars of Iguaçu Project. Una vez en el sitio de los hechos, el equipo evalúa los rastros, confirma de qué depredador se trata y propone medidas preventivas específicas para cada caso. Además, se instalan equipos antidepredación, como luces intermitentes que simulan la presencia de humanos, luces solares con sensores de movimiento, estímulos sonoros con fuertes golpes o gallineros reforzados.
“Lo importante es que estas medidas se combinen con orientación técnica y diálogo con los residentes”, señala Barros. Después, los del proyecto realizan un acompañamiento que puede durar hasta un año. “Un seguimiento estrecho es esencial para restablecer la confianza y prevenir nuevos ataques”, sostiene la científica.

También trabajan para cambiar el miedo por iración, con el objetivo de dejar de ver a los jaguares como una amenaza y convertirlos en un símbolo de orgullo y salud ecológica. Para eso, organizan eventos públicos y apoyan a un grupo de mujeres que teje amigurumis con forma de jaguar. El Proyecto imparte talleres y coloca los productos en tiendas turísticas del Parque.
La bióloga señala que el mayor reto ha sido ganarse la confianza de la comunidad. “Al principio se nos miraba con mucho recelo, sobre todo después de los atentados (a animales de granja). Demostrar que nuestra intención es ayudar tanto a los jaguares como a la gente nos llevó tiempo”, reconoce.
Barros seguirá trabajando para que la población de jaguares crezca de forma segura y conectada. La capacidad de carga estimada del Parque Nacional de Iguaçu es de 50 animales. “Más que números, nuestra misión es garantizar que la coexistencia entre jaguares y personas sea posible, sostenible y reproducible”, concluye.
Federico Kacoliris lidera la protección de la Meseta de Somuncurá

Un arroyo de aguas termales en medio de la desértica y helada estepa patagónica de la Meseta de Somuncurá, en Argentina, da lugar a dos animales únicos: la rana de arroyo El Rincón y la mojarra desnuda. Sin embargo, la ganadería y la introducción de truchas, una especie invasora, amenazan la existencia de estas especies microendémicas.
Desde 2012, el doctor en ciencias naturales Federico Kacoliris y su equipo trabajan en la restauración ambiental y la recuperación poblacional de las dos especies. Trece años después consiguieron el incremento del 15 % de la población de la rana. Pronto tendrán la cifra exacta de la recuperación de la mojarra desnuda, pero estima que el porcentaje es muy similar al de la rana.
La trucha arcoíris (Oncorhynchus mykiss), que fue introducida para la oferta de pesca deportiva, es un depredador agresivo que se alimenta de las ranas y de las mojarras, “lo que las llevó casi al borde de la extinción”. Los individuos sobrevivientes se refugiaron en saltos de agua donde las truchas no pueden acceder.

En estas pequeñas porciones de hábitat hay otra amenaza. El ganado se alimenta de la vegetación nativa y destruye lo que queda con sus pezuñas. Sus heces contaminan el agua y desencadenan fenómenos en los que se reduce el oxígeno en los ecosistemas acuáticos.
El proyecto ganó fuerza cuando en 2020 crearon la Fundación Somuncurá, presidida por Kacoliris. Junto a la Fundación Hábitat y Desarrollo y con el apoyo de World Land Trust establecieron la reserva privada Las Vertientes, que tiene 20 000 hectáreas. Así protegen algunas nacientes del arroyo Valcheta, donde habitan la rana y el pez que se convirtieron en las especies bandera para conservar todo el lugar.
El resto del arroyo atraviesa campos privados, donde se hacen acuerdos con los propietarios para construir cercos que impiden que las vacas se acerquen al arroyo y permiten que la vegetación se restaure por sí misma. “A veces le damos un empujoncito a la restauración, llevando plantas nativas”, cuenta el también docente de la Universidad Nacional de La Plata.

Otra medida fue criar ranas en cautiverio y liberarlas en el arroyo. La escuela local, los guardaparques, las autoridades y el resto de la comunidad participan en el proceso. Aunque las poblaciones se recuperaron, seguían aisladas por la gran presencia de truchas. Como solución, el equipo de la Fundación las pesca y ya ganó casi dos kilómetros de arroyo.
Si bien al inicio los pobladores locales eran escépticos ante las medidas de conservación, “después de más de 10 años están empezando a entender lo que hacemos y nos apoyan”, asegura Kacoliris. El científico detalla que fue fundamental involucrarlos en talleres y en propuestas de alternativas sustentables.
Los ganaderos de la zona estaban reemplazando el ganado bovino por el vacuno, pues el primero es más susceptible a ser atacado por pumas o zorros. Sin embargo, las vacas tienen mayor impacto en el ecosistema. La Fundación ofreció un programa de perros guardianes que espantan a los depredadores y permiten mantener la producción de ovejas.

Además, la reserva se convirtió en una plataforma de desarrollo ecoturístico. Los habitantes locales están recibiendo capacitaciones para formarse como guías. Todo es muy nuevo, pero ya están llegando turistas interesados en conocer la zona.
“Nos emociona mucho ver cómo las especies se recuperan efectivamente”, dice Kacoliris, y reconoce que los resultados fueron posibles gracias a todos los actores que participaron. “Es un equipo de trabajo muy grande y todos tienen un rol”, afirma.
Foto principal: de izquierda a derecha, los ganadores del premio Whitley 2025: Yara Barros, Olivier Nsengimana (ganador del premio Whitley de Oro), Rahayu Oktaviani, Reshu Bashyal, Farina Othman, Andrés Link y Federico Kacoliris. Foto: cortesía Premio Whitley